sábado, 12 de marzo de 2011

Sin título

Aún no recuerdo la sonrisa real, viviendo en desesperanza, camino una senda donde no existe el ser. Nada veo a mi alrededor, busco, más estoy cansado, agobiado de esta tortuosa rutina, una y otra vez, me arrastro por el piso, buscando la salida. Tomo mis armas nuevamente, desfallezco en el camino, el cansancio me ha ganado. Despierto nuevamente en un jardín de lirios marchitos, despierto en un camino de púas y flamas que desencadenan en mi alma, el ardor eterno, la soledad.

Nuevamente, estoy buscando tu sonrisa amable, aquella que debió darme algo desde el primer día, pero hoy, hoy no puedo hacer nada. Aquél miserable ser vagando entre los muros del destierro, caminando entre las sendas del dolor y la desesperación, desvaneciéndose, soy yo. Llamo a la puerta de un lugar que parece un refugio, puro, a salvo del resto, llamo a tu puerta, pero no hay nadie ahí, nadie en casa…

A veces, he vuelto a pensar “No queda nada, padezco de una enfermedad que ha ido infectando mi mundo poco a poco, esta pseudo-felicidad, esta tragedia que escondo entre sonrisas…Y sólo yo, nadie más, puede entrar en mi oscuro y solitario lugar, aquél templo olvidado, mi tan llamado hogar”.

Tatuadas en mi piel viven las marcas de mil errores ajenos del pasado, ahí, cuan cortes en los brazos, aún veo el ardor de todos los días…Nuevamente, no deseo levantarme, no deseo sonreír.

Me han llamado desde lugares lejanos, intentando darme algo nuevo, pero esta rutina me agobia, terminará matando mi sonrisa, mi falsa, sin embargo, acogedora, sonrisa…Y sigo vagando en una falsa felicidad, sigo enterrando mis lamentos en mi alma, en mi oscuro y solitario templo olvidado, donde nacieron mil ilusiones y hoy yacen sus cadáveres.

Sigo vagando, sigo caminando en mi campo de Elíseos, aquél que yace marchito entre la penumbra de mi alma y la luz de tu mirar, el cual ya no se posa en mí. Y sigo cargando una cruz, dime…¿Acaso aquí me han llevado mis acciones? Y aun así, sé que juntos moriremos solitarios.