En el lecho del río, al sur del estero de almas, donde arden los justos y celebran los profanos, hace ya tiempo se dió vuelta y el silencio no roto cobró venganza y las palabras jamás pronunciadas gestaron una pequeña sonrisa rota al fin del día.
En el ocaso dela mañana, lágrimas de cristal se derramaron, mientras en el infierno su benigna alma ardía. Tres lágrimas cayeron, dos de ellas, se consumieron en agonía.
Luego de tiempo pasado en el averno, una vaga sonrisa, frágil, triste, se gestó en sus labios, consumió su alma, su vida.
Al paso del tiempo, un trozo de pérgamino voló por las desérticas planicies infernales, letra en sangre y lágrimas, plasmadas en este estaban y proclamaban en su oscura redacción conocimientos ancestrales que cantaban:
"Días pasan,
Noches quedan,
Entrega la llave de la oscura divinidad"
Luego de tiempo vagando por el estero de almas santas, alzó su voz y en agónica rebeldía clamó por su libertad, alzando sy alma corpórea, levantándose, llegando a la orilla, saliendo del eterno fuego al que su santidad lo había sentenciado, exclamando con estruendosa voz:
"Yo sufro y por ende soy, y dolor es todo lo ue alguna vez sentiré, y por la eternidad, el dolor se ha transfigurado en mi y no ha de dejar mi alma en paz."
Y así eternamente su agónico grito resonó en silencio.
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